Un papel arrojado en el suelo le llevó a ser salvo

Nuestra mayor equívoco es creer que somos salvos por las obras y el esfuerzo que se derivan de la religiosidad. Al hacerlo, desestimamos que es por la gracia de Dios.

Nuestra mayor equívoco es creer que somos salvos por las obras y el esfuerzo que se derivan de la religiosidad. Al hacerlo, desestimamos que es por la gracia de Dios.


Era colorido, pequeño, con letras grandes y dibujos. Iba de prisa, pero no pudo escapar de la curiosidad. Hacía calor en Cali y, si algo deseaba, era llegar al restaurante. Debía aprovechar cada minuto, antes de regresar a la oficina. Lo recogió y guardó en su bolsillo. Seguir leyendo «Un papel arrojado en el suelo le llevó a ser salvo»

Dios mantiene unidas a las familias

Las crisis que enfrentan las familias, no son para siempre. Es una certeza que nos asiste cuando nuestra mirada está fija en Jesucristo y encontramos en Él, apoyo y salida al laberinto--cualquiera sea--que enfrentemos en la cotidianidad.

Las crisis que enfrentan las familias, no son para siempre. Es una certeza que nos asiste cuando nuestra mirada está fija en Jesucristo y encontramos en Él, apoyo y salida al laberinto–cualquiera sea–que enfrentemos en la cotidianidad.


Infinidad de matrimonios se encuentran hoy en crisis. La falta de principios y valores constituyen en su conjunto uno de los detonantes, pero por supuesto, hay muchos más. Seguir leyendo «Dios mantiene unidas a las familias»

Conserve la paz aun en medio de la tormenta

La vida está permeada por las dificultades. Algunas nos llevan a cometer errores que pueden afectarnos de tal manera, que no queramos seguir adelante. Con ayuda de Dios es posible. Él nos ve santos y justos, para dar nuevos pasos de victoria.

La vida está permeada por las dificultades. Algunas nos llevan a cometer errores que pueden afectarnos de tal manera, que no queramos seguir adelante. Con ayuda de Dios es posible. Él nos ve santos y justos, para dar nuevos pasos de victoria.

Cuando descubrimos la grandeza de la gracia de Dios, nuestra vida cambia. Comenzando por nuestro estado de ánimo. Por fin, después de mucha búsqueda, nos gobierna la paz interior.

El predicador inglés, Octavius Winslow (1808-1878) escribió una apreciación que vale la pena tener en cuenta:

“Sólo somos felices en la medida en que somos santos; a medida que el cuerpo de pecado es diariamente crucificado y a medida que el poder del principio de pecado en nosotros se va debilitando y se conforma mejor al ejemplo de Jesús. Por lo tanto, no busquemos un andar feliz aparte de un andar santo. Probablemente, tendremos pruebas; de hecho, las tendremos si estamos dentro del pacto del Señor… Tendremos desilusiones —caminos escabrosos, cielos invernales, pero si andamos en comunión con Dios, caminando en la luz, creciendo en todo lo que concierne a las cosas de Dios, [con] el Espíritu de adopción morando en nosotros, podremos avanzar hacia una entrega filial y sin reservas. Un andar santo es un andar feliz.”

¿Por qué consideramos valioso el apunte de Winslow? Porque muchas personas, aun habiendo conocido las maravillas de la gracia, consideran que ser cristiano está asociado a una vida de tristeza, en la que ni siquiera hay espacio para una sonrisa.

En esa medida, cuando comprendemos la puerta que el Señor nos abre a experimentar una vida nueva, podremos enfrentar con tranquilidad y aún paz interior, todo lo que salga al paso:

“Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo.” (Juan 16: 33 | NBLA)

Jamás pierda de vista el hecho de que, por la obra de Jesús en la cruz, el Espíritu nos santifica de manera eficaz y especial—Mateo 1:21; Romanos 6: 14; 1 Corintios 1: 2.

De acuerdo con la enseñanza del apóstol Pablo, en usted y en mí ya tenemos sabiduría, justificación, santificación y redención:

«Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención, para que, tal como está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor.» (1 Corintios 1:30-31 | NBLA)

Ahora, no espere que sea algo de la noche a la mañana. No olvide que es un proceso y, ese proceso, lo vivimos de la mano de Jesús el Señor. Lo que nos corresponde ahora es crecer (Efesios 4:15)

SIGA AVANZANDO

Por supuesto, el adversario querrá llevarlo nuevamente a experimentar sentimientos de culpa cuando usted comete equívocos. ¡No lo permita! Recuerde siempre a Jesús en la cruz, quien nos hizo santos, como anota el autor sagrado:

Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la novilla, rociadas sobre los que se han contaminado[a], santifican para la purificación[b] de la carne,  ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno[c] Él mismo se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” (Hebreos 9: 13, 14 | NBLA)

Le animamos a ampliar más alrededor de este tema leyendo los siguientes pasajes bíblicos: Romanos 5:9; 1 Pedro 3:18; Colosenses 1:14; Hebreos 2:14-15; 1 Juan 4:10.

El autor, Octavius Winslow, quien escribió ampliamente sobre este tema, advierte:

Es así que la sangre expiatoria de Jesús sienta el fundamento de todos los niveles de santificación futuros. La cruz de Cristo es, por así decir, el punto de partida del alma en esta gloriosa carrera de santidad y la meta a la cual retorna. Por ella, el cuerpo de pecado es herido, y herido fatalmente. De ella fluyen perdón, paz y santidad. Y a través de ella, el alma se acerca a Dios cada día en entrega santa a su servicio.”

No confiamos en nuestros esfuerzos ni en nuestras buenas obras, sino en la obra de Jesús en la cruz y en su sangre vertida por toda nuestra pecaminosidad del ayer. Él nos hizo nacer a una nueva condición, aunque es apenas natural que libramos una batalla con nuestra naturaleza carnal.

Por ese motivo, no nos desalentamos. Cuando fallamos, el camino es el arrepentimiento sincero y seguir dando paso, puesta nuestra mirada en Jesús, el Señor.

Cabe aquí leer los siguientes pasajes (Gálatas 2: 20; 6: 14, 17; Filipenses 3: 10) y reflexionar en su contenido, que arroja luces en torno a nuestra condición actual, de hombres y mujeres santificados. 

EL SEÑOR JESÚS INTERCEDE POR NOSOTROS

Algo de lo que quizá no nos damos cuenta, es de que, al entregar nuestra vida a Cristo, no estamos solos. Él intercede por nosotros delante del Padre (Juan 17: 17)

Un ejemplo sencillo lo hallamos cuando dialogó con el apóstol Pedro:

«Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo; pero Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos». Y Pedro le dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir a donde vayas, tanto a la cárcel como a la muerte». Pero Jesús le dijo: «Te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy hasta que tú hayas negado tres veces que me conoces».» (Lucas 22: 31-35| NBLA)

El amado Salvador intercedió por Él y lo llevó a ser vencedor. Solo en la presencia del Padre comprenderemos de cuántas situaciones difíciles nos libró el Señor. Lo hizo antes y, sin duda, lo seguirá haciendo siempre, porque avanzamos prendidos de Su poderosa mano.

El salmista David depositó toda su confianza en el Padre, porque sabe que jamás nos abandona:

«Pero en Ti hay perdón, para que seas temido.  Espero en el Señor; en Él espera mi alma, y en Su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana.» (Salmo 130: 4-6 | NBLA)

El secreto para ser vencedores, cualquiera sea la situación que enfrentemos, incluyendo por supuesto las tentaciones, estriba en la dependencia del Señor.

«Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar. Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden.» (2 Corintios 2: 14-15 | NBLA)

Jesucristo es eterno y desde la eternidad está poniéndose en lugar nuestro, clamando, como anota la Palabra:

«Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.» (Hebreos 7: 25 | NBLA)

¿Momentos difíciles? Por supuesto que tocarán a nuestra puerta. Lo que no podemos hacer es desalentarnos, porque Él—nuestro Salvador—siempre está atento a nuestra existencia y a las desventuras a las que podamos hacer frente. El camino debe orientarse a avanzar, prendidos de la mano del Señor Jesucristo, quien intercede por nosotros.


Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #BlogCristianosReformados


5 pilares de la libertad que trae la gracia

Lo que no podemos hacer, bajo ninguna circunstancia, es abusar de la libertad que Dios nos concede mediante la gracia.

En el error que no podemos incurrir es abusar de la gracia de Dios, porque estaríamos desestimando una manifestación del amor y la misericordia del Padre, que nos libertó del pecado para asegurarnos la vida eterna.

Una realidad que no se puede ni ocultar ni negar es que algunas personas abusan de la libertad que proviene de la gracia de Dios. Si para evitar que ocurra, se establecen restricciones, de inmediato se raya en la frontera del legalismo. En otras palabras, se mata la gracia.

¿Qué hacer entonces? Acogernos al autocontrol. Permitir que nos gobierne el Espíritu Santo, que es la misma presencia de Cristo en cada vida.

La mayoría de los creyentes necesitan ser liberados, no reprimidos. Nuestra tarea es proclamar la gracia, Dios se encarga del control en su amor y misericordia. Por supuesto, Él realiza la tarea mucho mejor que nosotros. Jamás olvide que las Escrituras nos animan a perseverar en esa libertad no a aplicarle restricciones.

NO DESESTIME LA LIBERTAD DE LA GRACIA

Uno de los grandes fundamentos de la gracia es la libertad para el creyente. Sobre esa base, le animamos a considerar los siguientes principios, a partir de las Escrituras que los acompañan:

1.- El Señor Jesucristo hizo posible nuestra libertad.

Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” (Gálatas 5: 1 | RV60)

2.- El Señor Jesucristo nos hizo justos delante del Padre.

Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” (Romanos 6: 7| RV60)

3.- La gracia nos libra de la ley del pecado.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8: 2| RV60)

4.- La verdad que se deriva de la gracia nos hace libres.

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8: 31, 32 | RV60)

5.- El Señor Jesucristo nos aseguró la verdadera libertad.

Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Juan 8: 36 | RV60)

Lamentablemente muchísimas personas desconocen estos y otros temas de las Escrituras relacionados con la gracia y la libertad. Y si las conocen, no alcanzan a dimensionar su grandeza. Y quienes las entienden bien, es probable que saquen los versos bíblicos de su contexto para incurrir en el libertinaje.

CINCO PILARES DE LA LIBERTAD

Un camino seguro para mantenernos en la ruta de la libertad que proviene de la gracia, es fundamentar nuestra vida en lo que enseñan las Escrituras.

En ese orden de ideas, hay cuatro pilares sobre los que se soporta la libertad.

1.- Libertad del pecado.

2.- Libertad de la vergüenza.

3.- Libertad del pasado.

4.- Libertad de nuestro estilo de vida.

5.- Libertad de la inseguridad de la salvación.

Cuando esos cimientos están claros en nuestro corazón, no permitiremos que ninguna persona, ni tampoco Satanás, nos roben las bendiciones de la gracia.

DECISIONES QUE MARCAN LA DIFERENCIA

Nuestro estilo de vida está determinado por aquello que nos guía. Puede ser la libertad de la gracia o la sujeción al pecado.

“¿No saben ustedes que cuando se presentan como esclavos a alguien para obedecerle, son esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Romanos 6: 16 | NBLA)

El pecado nos lleva a la muerte, mientras que la obediencia, a la vida. Esa obediencia está ligada a comprender que por la gracia de Dios ahora somos justos delante del Padre y caminamos en Su voluntad.

Antes de conocer a Cristo estábamos sometidos al pecado. Cuando comprendemos la obra liberadora de la cruz, le entregamos al Señor el pleno control de nuestra existencia.

Lo maravilloso es que, al movernos en la gracia de Dios, somos libres del poder del pecado que antes nos mantenía atados.

El apóstol Pablo lo explica en los siguientes términos:

Pero gracias a Dios, que aunque ustedes eran esclavos del pecado, se hicieron[a] obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fueron entregados,  y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia.” (Romanos 6: 17, 18 | NBLA)

Si elegimos caminar en la justicia, disfrutaremos de un estilo de vida caracterizado por las bendiciones de Dios.

Ahora, aquí es necesario aclarar que la gracia nunca significará que estemos libres para vivir como queremos, sin tomar en cuenta las consecuencias. Significa que somos libres para elegir la santidad o la desobediencia.

LIBRES PARA EXPERIMENTAR CRECIMIENTO

Cuando la gracia de Dios opera en nosotros, se materializa la instrucción impartida por el apóstol Pablo:

“Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios. Rogamos que ustedes sean fortalecidos con todo poder según la potencia de Su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en la Luz.” (Colosenses 1: 10-12| NBLA)

Antes, agradar a Dios no era posible en nuestras fuerzas y, de hecho, nunca lo será. Al conocer el poder de la cruz y depositar nuestra fe en la obra redentora, cruzamos esa frontera. Ahora que la sangre de Cristo ha limpiado nuestros pecados, estamos gloriosamente libres para agradar a Dios.

Lo que no debemos hacer es ampararnos tras la gracia de Dios para cubrir la desobediencia deliberada. Ese sería un abuso de un regalo inmerecido del amado Padre celestial.

No basta con incorporar la gracia a nuestro vocabulario, sino que la cultivemos en nuestra vida y la compartamos con los demás. Es un proceso maravilloso en el que experimentamos crecimiento peramente con ayuda del Señor.

“Porque cuando ustedes eran esclavos del pecado, eran libres en cuanto a la justicia.  ¿Qué fruto tenían entonces en aquellas cosas de las cuales ahora se avergüenzan? Porque el fin de esas cosas es muerte. Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:20-23 | NBLA)

Tenga presente lo siguiente:

  • Por la gracia de Dios estamos libres de la opresión del pecado.
  • Por la gracia de Dios somos siervos de Dios.
  • Por la gracia de Dios somos bendecidos.

Las bendiciones no son solo materiales como precisan algunos. Trascienden mucho más que lo material. Está más ligado a la libertad, el crecimiento y la madurez espiritual, y lo más importante: la vida eterna.

DOS DIMENSIONES DE LA GRACIA

Si la gracia nos da la capacidad de elegir, nos inclinaremos por la santidad. Ahora, la gracia tiene dos dimensiones que se manifiestan claramente en nuestra vida:

  • La dimensión vertical, que es la relación con Dios.
  • La dimensión horizontal, que es la relación con las personas que interactuamos diariamente.

La conjugación de las dimensiones nos libera de las exigencias de la ley y del peso de tener que agradar a las personas alrededor. Es la puerta para disfrutar de la libertad plena. De hecho, nos quita la vergüenza e incapacidad de vencer el pecado que nos hemos auto impuesto.

Tome la decisión apropiada. Recuerde que tenemos frente a nosotros la libertad o el legalismo y el camino que escojamos, determina cómo viviremos.


Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #BlogCristianosReformados


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Transformamos la sociedad a partir de principios y valores


Vivimos una profunda crisis social que se refleja en el desmoronamiento de la vida familiar. Urge retomar los princiios y valores que nos permitan dar solidez al hogar. Dios es la única alternativa.

La única forma de evitar el caos que vive nuestra sociedad, con una juventud inmersa en las drogas, el crecimiento exponencial de la promiscuidad que deja saldos lamentables de personas enfermas, la violencia y el sinnúmero de fenómenos sociológicos que hoy despiertan preocupan, es retomando los principios y valores que se alimentan al interior de la familia.

No podemos esperar que nuestro sistema, gobernado por los antivalores, sea el que tenga sobre sus hombros la formación de nuestros hijos y pretender que las sociedades, presente y futuras, avancen hacia un ambiente de convivencia y crecimiento.

El psiquiatra y catedrático cubano, Alberto Clavijo Portieles, alrededor de un tema tan delicado, advierte:

«La familia es una institución reproductora no sólo de la especie, sino, también, de la sociedad y del sistema de valores que conforman la base cultural de todo conglomerado humano.  Ahora bien, ¿cómo la familia transmite los valores que porta? Primero que todo, con el ejemplo, con el lenguaje verbal y no verbal, con la identificación afectiva de padres e hijos, con el contacto del día a día, cual escultores que modelan, a golpe del cincel, el mármol más precioso. La escuela consolida, desarrolla, impulsa, pero su rol no es sustituir a la familia, sino complementarla, abrir caminos, lanzar al vuelo las potencialidades humanas.”

No podemos buscar soluciones en otro lugar, que no sea a partir de una evaluación de cómo estamos a nivel familiar y permitir la intervención de Dios. Él fue quien creó la institución familiar y tiene soluciones a los problemas:

«Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia. Es en vano que se levanten de madrugada, que se acuesten tarde, que coman el pan de afanosa labor, pues Él da a Su amado aun mientras duerme. Un don del Señor son los hijos, y recompensa es el fruto del vientre.  Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que de ellos tiene llena su aljaba; no será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta.» (Salmo 127:1-5 | NBLA)

Si el Señor es el fundador de la familia, Él la sostiene y nos ayuda a encontrar salidas al laberinto cuando hay crisis, no solo en el hogar, sino también en la sociedad.

LA FAMILIA EN EL PLAN DE DIOS

La familia estuvo en el plan de Dios desde antes de la creación. De hecho, es la familia la plataforma a través de la cual el Señor cumple sus propósitos. Por su valor intrínseco, Satanás está empecinado en destruirla.

Lo que marca la diferencia es lo que Cristo hace en la familia. El teólogo norteamericano, John MacArthur, asegura que la familia es el diseño de Dios para pasar la fe cristiana de una generación a otra

Hace muchos siglos el salmista escribió una verdad que trasciende en el tiempo y permanece vigente:

«Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; inclinen ustedes su oído a las palabras de mi boca. En parábolas abriré mi boca; hablaré enigmas de la antigüedad, que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No lo ocultaremos a sus hijos, sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, Su poder y las maravillas que hizo.»(Salmo 78_1-4 | NBLA)

En palabras sencillas enfatiza la necesidad de transmitir enseñanzas sólidas, fundamentadas en Dios, para edificar generaciones que puedan vencer los ataques que ponen en riego a la familia. Hijos con principios y valores, serán hijos que transferirán esas pautas a su progenie por generaciones.

El asunto lo abordó el teólogo inglés, Arthur Walkington Pink (1886-1952) escribió:

“Ciertamente existe un origen y una causa para la decadencia de la religión en nuestro tiempo, algo que no podemos pasar por alto y que nos insta con empeño a una corrección. Se trata del descuido de la adoración a Dios en las familias por parte de aquellos a quienes se ha puesto a cargo de ellas encomendándoles que las dirijan. ¿No se acusará, y con razón, a los padres y cabezas de familia por la burda ignorancia y la inestabilidad de muchos, así como por la falta de respeto de otros, por no haberlos formado en cuanto a la forma de comportarse, desde que tenían edad para ello? Han descuidado los mandamientos frecuentes y solemnes que el Señor impuso sobre ellos para que catequizaran e instruyeran a los suyos y que su más tierna infancia estuviera sazonada con el conocimiento de la verdad de Dios, tal como lo revelan las Escrituras.”

Desde su perspectiva, no orar ni atender otros fundamentos de la espiritualidad en la familia, junto con el mal ejemplo de su conversación disoluta, endurece a los componentes del hogar, llevándolos en primer lugar a la dejadez y, después, al desdén de toda piedad.

Constituye, sin duda, un catalizador de la crisis que vive la institución familiar.

Una familia comprometida con las disciplinas bíblicas se afianza con solidez. Es al interior de esta relación donde se da una valoración alta a la santidad como principio de vida. No en nuestras fuerzas ni por las obras que hagamos, sino en clara dependencia de Dios. Ese es el liderazgo que requerimos con urgencia, liderazgo que parte de los progenitores, comprometidos con el Señor.

UN LIDERAZGO BÍBLICO INFLUENCIADOR

En una sociedad que busca potenciar liderazgos, es necesario converger en un punto: el auténtico liderazgo y de influencia, es el que se fundamenta en lo que enseñan las Escrituras.

De Esdras, uno de los hombres de mayor impacto para los israelitas—tanto los que estaban en el exilio como aquellos que se quedaron en Jerusalén–, las Escrituras registran:

«Porque el primer día del mes primero comenzó a subir de Babilonia; y el primer día del mes quinto llegó a Jerusalén, pues la mano bondadosa de su Dios estaba sobre él, porque Esdras había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar Sus estatutos y ordenanzas en Israel.» (Esdras 7: 9-10 | NBLA)

Observe cuidadosamente que él había dispuesto su corazón para avanzar en el conocimiento del Señor y de Su voluntad, tanto para él como para su familia.

Ahora, las pautas bíblicas que aprendemos los padres, son las que debemos enseñar a los hijos. Por supuesto, no es algo nuevo. Es un principio milenario, como leemos en los Salmos:

«La cual ordenó a nuestros padres que enseñaran a sus hijos, para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer, y estos se levantaran y lo contaran a sus hijos, para que ellos pusieran su confianza en Dios, y no se olvidaran de las obras de Dios, sino que guardaran Sus mandamientos; y que no fueran como sus padres, una generación porfiada y rebelde, generación que no preparó su corazón, y cuyo espíritu no fue fiel a Dios.» (Salmo 78: 5-8| NBLA)

Si Dios es quien gobierna en nuestra familia, Él cumplirá Su propósito eterno con cada uno de los integrantes.

EN NUESTRO LIDERAZGO FAMILIAR GLORIFICAMOS A DIOS

Si la familia está en el plan eterno de Dios, un adecuado liderazgo lo glorifica a Él. Ese liderazgo aplica en el relacionamiento con el cónyuge y con los hijos. Por supuesto, surgirán problemas como en todo espacio de interacción humana, pero es en el Señor—en quien confiamos—el que nos ayudará a encontrar caminos de solución.

El deseo del Padre es lo mejor para todos nosotros. Un ejemplo sencillo, lo encontramos en el ministerio terrenal del Señor Jesús:

«Un leproso vino* rogando a Jesús, y arrodillándose, le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme». Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó y le dijo*: «Quiero; sé limpio».» (Marcos 1: 40, 41 NBLA)

Ocurrió con alguien que tenía una profunda necesidad de ser sano y ocurrirá con usted y conmigo, en el momento que necesitamos la intervención divina de cara a fortalecer nuestra vida en familia.

En consonancia con este principio, el salmista escribió:

«Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el Señor su confianza, y no se ha vuelto a los soberbios ni a los que caen en falsedad. Regocíjense y alégrense en Ti todos los que te buscan; que los que aman Tu salvación digan continuamente: «¡Engrandecido sea el Señor!».» (Salmo 40: 4, 16 | NBLA)

Si recapituláramos, podríamos anotar que es importante evaluarnos cómo familia. ¿En qué estamos fallando y qué se necesita? Al descubrir que se necesita imprimir ajustes, es esencial que pidamos la intervención de Dios. Él nos llevará a descubrir y caminar en la salida del laberinto. Es con Su divino podemos que nada podrá destruir nuestro hogar.

Hoy es el día para que abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Es la mejor decisión que podemos tomar.


Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #BlogCristianosReformados


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Es hora de revisar y corregir errores en la vida familiar

La oportunidad de arrepentirnos, cambiar y emprender una nueva vida familiar con ayuda de Dios, es posible hoy. Es fundamental que demos el primer paso.
La oportunidad de arrepentirnos, cambiar y emprender una nueva vida familiar con ayuda de Dios, es posible hoy. Es fundamental que demos el primer paso.

Como cristianos, el primer espacio en el que estamos llamados a marcar la diferencia, es en el hogar. Es allí, interactuando con nuestro cónyuge e hijos, en donde evidenciamos si verdaderamente el Dios de poder obra en nuestro ser o, por el contrario, levantamos barreras para Su ministración en nuestra forma de pensar y actuar.

En el evangelio de Juan leemos:

«En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos.» (Juan 15: 8 | NBLA)

Es en nuestro desenvolvimiento, incluso a partir de las pequeñas cosas y con detalles que otras personas pasarían inadvertidas, como testimoniamos de la gracia del Señor en nuestras vidas. Alrededor del tema, el apóstol Pablo escribió:

«Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.»(1 Corintios 10: 31 | NBLA)

Dos versos de las Escrituras, sencillos, pero poderosos. Dejan claro que, si realmente somos discípulos comprometidos de Jesús, daremos lo mejor de nosotros—prendidos de la mano del Padre—para generar un espacio de convivencia, diálogo y crecimiento en el hogar.

Cabe aquí rescatar las palabras del autor de pensamiento reformado, Scott Brown:

«La Iglesia es más saludable cuando prospera la vida familiar bíblica. Además, el mundo es bendecido cuando los padres de familia asumen su posición de pastor de la familia. Así como la Iglesia de Cristo es la columna y el fundamento de la verdad, la familia bíblica puede ser una salvaguarda bíblica del evangelio y un campo bendecido y fértil para la evangelización. También, la verdad del evangelio se demuestra por la estructura misma de la familia. Debido a estos factores, no nos sorprenda que el diablo odie los designios y el propósito de Dios para las familias.»

Estamos a tiempo para auto evaluarnos e imprimir cambios. No en nuestras fuerzas, sino en el poder que proviene de Dios.

SUPERAR DIFICULTADES EN EL HOGAR

Dios no nos prometió jamás que en el hogar no tendríamos dificultades. Son apenas previsibles. Y, aun cuando el pecado es el origen de todos los problemas, con Su divina podemos superar las dificultades que salgan al paso.

Hay tres factores que avivan las diferencias con el cónyuge y con los hijos:

  • Culpar a los miembros de familia.
  • Vernos a nosotros mismos como víctimas.
  • No asumir la responsabilidad por nuestros equívocos.

Generalmente el problema está en nosotros, no en quienes conforman nuestro círculo familiar. Cuando entendemos en su dimensión qué significa vivir y movernos bajo la Gracia, asumimos los errores. Es un paso de cambio que resulta edificante.

El Señor Jesús deja muy claro el asunto, como leemos en el evangelio de Marcos:

«Llamando de nuevo a la multitud, Jesús les decía: «Escuchen todos lo que les digo y entiendan: no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre.» (Marcos 7: 14, 15 | NBLA)

Si reconocemos que fallamos, pedimos perdón al Supremo Hacedor con arrepentimiento sincero, sin duda experimentaremos crecimiento.

El asunto es que el mundo, con todas sus enseñanzas de error, nos ha condicionado no solamente para ofender y herir emocionalmente a nuestro cónyuge e hijos, sino también para justificar lo que hacemos. Por ese motivo, el Señor Jesús advirtió:

“También decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre».” (Marcos 7: 20-23 | NBLA)

En pocas palabras: lo que contamina al género humano es aquello que atesoramos en el corazón.

Insistimos en algo: Satanás es quien, a través de artilugios—entre ellos sembrando la disensión, el resentimiento y los malentendidos—quiere acaban con una institución como la familia. Permítame citar nuevamente al autor, Scott Brown, cuando escribe:

“En el jardín del Edén, comenzaron los primeros ataques del diablo contra la Palabra de Dios que afectaron directamente la institución del matrimonio y el fruto del matrimonio creado por Dios, a saber, la familia. La serpiente convenció a una esposa de que Dios no era bueno y menoscabó su Palabra. El marido no protegió a su esposa que era vulnerable y el veneno mortal del pecado entró al mundo. Su fruto amargo apareció en la primera generación de los hijos: El primer hijo mayor en la historia asesinó al primer hermano menor. Y el diablo sigue hasta hoy librando una guerra sin tregua contra la familia”.

Desde los albores de la creación el propósito del adversario espiritual es minar y destruir los hogares. Usted y yo, como discípulos de Jesucristo, estamos llamados a impedirlo.

EL PRIMER LUGAR PARA DIOS

Al reconocer nuestro pecado que alimenta el orgullo y las reacciones que se derivan de este sentimiento, reconocemos la necesidad de que Dios ocupe el primer lugar en la vida familiar.

  • Son esenciales al menos cinco ingredientes:
  • Arrepentimiento sincero (Hechos 17: 30)
  • Conversión de corazón a Cristo.
  • Cambiar nuestro rumbo de vida, que incluye, la forma como pensamos y actuamos (2 Corintios 7:9-11)
  • Abrir nuestro corazón para el trato de Dios.

En esa dirección, vale la pena aclarar que remordimiento no necesariamente significa arrepentimiento genuino.

ARREPENTIMIENTO COMO PASO PARA CAMBIAR Y CRECER

Cuando causamos daño a los integrantes de la familia, afrentamos a Dios, que la creó e instituyó. Sobre el particular, es importante tener en cuenta lo que enseña el salmista:

«Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de Tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.» (Salmo 51: 4 | NBLA)

Debemos reconocer que, al obrar mal al interior del hogar, ofendemos a Dios. Lo apropiado, al reconocer que hemos fallado, es disponernos a cambiar como en su momento hiciera el publicano Zaqueo, en Jericó (Lucas 19: 8, 9)

Es fundamental hacer lo justo  y agradable en honor a Aquel que, por la obra de Jesús en la cruz, nos hizo justos, por su infinito amor, misericordia y gracia. En cambio, cuando justificamos las razones para los equívocos, cerramos nuestro corazón al proceso de transformación y crecimiento (Génesis 4: 13)

Justificar nuestros pecados, que incluyen dañar a los componentes de la familia, nos enferma física y espiritualmente, como enseña la Palabra:

«Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche Tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: «Confesaré mis transgresiones al Señor»; y Tú perdonaste la culpa de mi pecado.»(Salmo 32: 3-5 | NBLA)

¿Y si hemos fallado mucho? Insistimos: es tiempo de acogernos a la Gracia de Dios, quien perdona al ver el arrepentimiento sincero del corazón (Cf. Lucas 17; 3, 4).

Recuerde lo que anota el apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Roma:

«La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios» (Romanos 8:7-8 | NBLA)

La oportunidad de arrepentirnos, cambiar y emprender una nueva vida familiar con ayuda de Dios, es posible hoy. Es fundamental que demos el primer paso. El Señor, no solamente conoce nuestro corazón y la sinceridad del arrepentimiento, sino que nos ayuda en el proceso de transformación diaria.


© Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #PensamientoCristianoReformado


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