Necesidades básicas de los cónyuges

Es hora de mantenernos alerta frente a la tentación del adulterio que destruye familias.

Algo que debemos considerar y que resulta preocupante, es que hoy día muchos cristianos están cayendo en el adulterio. Las principales batallas contra los principios y valores se libran en la mente. Esas batallas por momentos pueden tornarse constantes.


Cuando nos unimos en matrimonio, el paso que damos no tiene un carácter transitorio. Como lo leemos en las Escrituras, es para siempre. Renunciar ante el primer tropiezo, no honra ni glorifica a Dios. Por el contrario, afrenta al Padre celestial. Él fue quien creó esa sagrada institución. Seguir leyendo «Necesidades básicas de los cónyuges»

¿Por qué fracasa nuestro propósito de cambio?

Jesús murió en la cruz para traernos libertad del pecado y sus consecuencias. No es el fruto de nuestro esfuerzo o méritos cosechados a lo largo de los años. Es la mera gracia del Padre.

Jesús murió en la cruz para traernos libertad del pecado y sus consecuencias. No es el fruto de nuestro esfuerzo o méritos cosechados a lo largo de los años. Es la mera gracia del Padre.

El hombre que tenía enfrente lucía derrotado. Llevaba años luchando con el hábito de las drogas. Era adicto desde la adolescencia.

Jamás podré vencer este vicio. Lo he intentado todo. Siempre fracaso–, se lamentó.

Le expliqué que, en sus fuerzas, jamás podría experimentar el cambio. “Solamente con ayuda de Jesucristo, quien nos fortalece”, le dije.

No es el único caso. En nuestra sociedad sinnúmero de personas enfrentan ataduras a la pornografía, el alcohol, el tabaco, le adulterio, las perversiones y el juego, entre otros, porque el listado puede ser muy prolongado.

El autor cristiano, Joel Beeke, opina:

“El hombre natural puede querer estar libre de algún pecado y las consecuencias del pecado; puede incluso, hacer algún esfuerzo en esa dirección. Pero es demasiado esclavo de ella. No está simplemente perdido o muriendo, está perdido y está muerto en delitos y pecados (Efesios 2: 1)” (Artículo “La depravación humana”. Revista Portavoz de la Gracia. Número 32, 2020)

El pecado es como una cadena gigantesca que impide avanzar en nuestro propósito de cambio..

¿POR QUÉ FRACASAMOS?

En tanto dependamos de nuestras fuerzas y nos afinquemos en la autosuficiencia, el fracaso es inevitable.

Sin Dios morando en nuestro corazón, estamos sujetos a la carne y sus deseos y tal sujeción desata consecuencias, como leemos en la Palabra:

«Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.» (Romanos 8:7, 8 | RV 60)

La mundanalidad de la que estamos rodeados nos separa de Dios y, de paso, levanta una enorme barrera que impide recibir las bendiciones.

Pese a la concatenación de derrotas en el propósito de transformación, seguimos sujetos a lo mismo. El pecado es el que domina y, de su mano, la derrota.

Permítame traer de nuevo a colación al autor norteamericano, Joel Beeke:

“El pecado es injusticia y toda injusticia va en contravía de Dios. En esencia, el pecado es todo lo que está en oposición a Dios. El pecado representa un desafío contra Él. Trasgrede su carácter, su ley y su pacto. Se opone como dijo Martín Lutero, a dejar que “Dios sea Dios”. El pecado apunta a destronar a Dios. Se esfuerza por colocar a alguien o algo más en su lugar”. (Artículo “La depravación humana”. Revista Portavoz de la Gracia. Número 32, 2020)

Por naturaleza el género humano trasgrede las pautas trazadas por Dios. Rechaza el camino correcto. Esa por supuesto, es una manifestación de abierta rebeldía al Creador.


¿Cómo puede alguien en esta condición superar las ataduras que lo mantienen bajo un estado de estancamiento? Humanamente es imposible.


UNA MARCADA INCLINACIÓN AL PECADO

Toda persona tiene una marcada inclinación al pecado, que le acompaña a todas partes como una sombra gigantesca.

Cuando vamos a las Escrituras, leemos:

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53: 6 | RV 60)

Ahora, esa forma de proceder nos conduce inevitablemente a la muerte espiritual:

“… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…” (Romanos 3: 23 | RV 60)

Observe que el apóstol Pablo en la revisión Reina Valera especifica que esta triste condición afecta a todo el género humano.

¿Está usted dentro de esa categoría? Probablemente sí. Y esa pecaminosidad le impide vencer los malos hábitos que llevan a la destrucción física y espiritual.

El Señor Jesucristo abordó el tema de la contaminación que embarga al pecador:

“¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.” (Mateo 15: 17- 20 | RV 60)

¿Cómo puede alguien en esta condición superar las ataduras que lo mantienen bajo un estado de estancamiento? Humanamente es imposible.

El asunto es que somos herederos de una naturaleza corrupta (Cf. Salmo 51: 5)

El profeta Isaías lo describió en los siguientes términos:

“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” (Isaías 64: 6 | V 60)

En esa dirección los esfuerzos de cambio por parte de las personas concluyen en un caos y derrota absolutos. Es inevitable.

¿CÓMO NOS AFECTA EL PECADO?

Podemos vencer cualquier atadura con ayuda de Dios
Podemos vencer cualquier atadura con ayuda de Dios   

La pecaminosidad mantiene vivas las ataduras a los vicios. Nuestros esfuerzos por liberarnos resultan insuficientes.

No en vano el profeta Jeremías escribió:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17: 9 | RV 60)

El pecado nos afecta en varios ámbitos:

  • Conciencia
  • Emociones
  • Intelecto
  • Voluntad
  • Disposición de relacionarnos con Dios

¿Qué hace satanás? Toma ventaja. Se aprovecha de las debilidades.

El apóstol Pablo lo describe así:

“¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6: 16 | RV 60)

A menos que volvamos la mirada a Dios y dependamos de Él, quien nos fortalece y anima, estamos siempre bajo el yugo de la esclavitud.


El pecado es injusticia y toda injusticia va en contravía de Dios. En esencia, el pecado es todo lo que está en oposición a Dios. El pecado representa un desafío contra Él. Trasgrede su carácter, su ley y su pacto: Joel Beeke


CAMINO A LA LIBERTAD

Jesús murió en la cruz para traernos libertad del pecado y sus consecuencias. No es el fruto de nuestro esfuerzo o méritos cosechados a lo largo de los años. Es la mera gracia del Padre. El amado Maestro dijo:

“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8: 31, 32 | RV 60)

El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

“Pero gracias a Dios, que, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Romanos 6: 17, 18 | RV 60)

¿Merecíamos el perdón y la fortaleza que se derivan de la obra redentora de Jesucristo? En absoluto. Es solamente por Su infinita gracia y amor. No podemos explicarlo de otra manera cuando leemos al apóstol Pablo:

“… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3: 24- 26 | RV 60)

Entender esta verdad eterna nos permite vencer las adicciones, cualquiera que sea.

No es en nuestras fuerzas ni por los méritos que nos asistan. Es por la gracia de Dios. Esa gracia se hizo manifiesta en la obra de Jesús en la cruz. Hoy es el día para decidirnos por la victoria que proviene de Él.

A propósito, ¿ya recibió a Jesucristo como su Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Comience una nueva vida personal, espiritual y familiar. 

© Fernando Alexis Jiménez

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Levántese y reemprenda el camino por la Gracia de Dios

Cuando conocemos y nos apropiamos de la Gracia de Dios, no nos quedamos derribados en el suelo. Reconocemos nuestros pecados y, prendidos de la mano de Jesucristo, reemprendemos el camino.

Cuando conocemos y nos apropiamos de la Gracia de Dios, no nos quedamos derribados en el suelo. Reconocemos nuestros pecados y, prendidos de la mano de Jesucristo, reemprendemos el camino.

Si algo marcaba la diferencia en la vida de Harold, era que sabía sinnúmero de versos de la Biblia. Los recitaba con fluidez, sin equívocos. Despertaba la admiración de sus compañeros del centro de rehabilitación en el que surtía un proceso para abandonar el consumo de marihuana y cocaína. Seguir leyendo «Levántese y reemprenda el camino por la Gracia de Dios»

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7 consejos ineludibles para los pastores de las iglesias

Infinidad de personas que, al amparo del Evangelio, están construyendo hoy día torres de Babel para hacerse a un nombre. Pareciera que les importa más el reconocimiento que la salvación de las almas, la esencia misma de su llamamiento.

Es esencial que nos evaluemos de manera permanente, con lupa y tras reconocer equívocos en el ejercicio ministerial, disponernos a corregirlos con ayuda de Dios.

Entrado en años y con una basta experiencia que solo produce la sumatoria de experiencias, el apóstol Pedro escribió a quienes pastoreaban en el primer siglo:

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Gozosos al recibir salvación por Gracia

El gozo hace el evangelio atractivo. Si usted pone una cara amargada todo el tiempo y tiene una disposición negativa, alejará a las personas de la iglesia. Hará que el evangelio se vea como algo que las personas no quieran.

El gozo hace el evangelio atractivo. Si usted pone una cara amargada todo el tiempo y tiene una disposición negativa, alejará a las personas de la iglesia. Hará que el evangelio se vea como algo que las personas no quieran.


Irónicamente quienes profesamos ser discípulos de Jesús, a veces nos convertimos en los peores promotores de sus enseñanzas. No expresamos el gozo de ser salvos, la Gracia del perdón de nuestros pecados por su obra en la cruz, y las nuevas oportunidades que nos ofrece cada día. Seguir leyendo «Gozosos al recibir salvación por Gracia»

La gracia y la vida plena del creyente


Partamos de una premisa: la religiosidad mata la gracia. ¿Por qué motivo? Porque la religiosidad tiene una apariencia externa de piedad, aun cuando el mundo interior no haya sido transformado.  

Aun cuando viene tomando una fuerza inusitada en el mundo hoy, el tema de la gracia de Dios no es nuevo. Podemos asegurar que es un aspecto milenario y está contenido en las Escrituras. Por todas partes hallamos registros, lo cual resulta sorprendente cuando comenzamos a estudiar el asunto con lupa. Igual, durante el ministerio terrenal del Señor Jesucristo. Seguir leyendo «La gracia y la vida plena del creyente»

La gracia perdonadora de Dios también es para usted

Aun cuando millares de personas en todo el mundo, consideran imposible que Dios perdone sus pecados, la gracia divina los cobija también a ellos. El Señor responde a un sincero arrepentimiento trayendo perdón, ofreciendo una nueva oportunidad y asegurándoles la vida eterna.

Aun cuando millares de personas en todo el mundo, consideran imposible que Dios perdone sus pecados, la gracia divina los cobija también a ellos. El Señor responde a un sincero arrepentimiento trayendo perdón, ofreciendo una nueva oportunidad y asegurándoles la vida eterna.


 Infinidad de personas permanecen inmersas en sus pecados, distantes de Dios. Consideran que la magnitud de sus pecados les impide acercarse a Él. “He vivido por años en pecados innombrables. ¿Me viene a decir que Dios los perdona? No lo creo.” Seguir leyendo «La gracia perdonadora de Dios también es para usted»

Un final feliz para Judas, el traidor

¿Qué habría ocurrido si, tras arrepentirse, Judas hubiese acudido a la misericordia de Dios y no al suicidio? ¿Lo habría perdonado Dios? Estos dos interrogantes despiertan polémica. Procuremos juntos responderlos a la luz de la Biblia.

¿Qué habría ocurrido si, tras arrepentirse, Judas hubiese acudido a la misericordia de Dios y no al suicidio? ¿Lo habría perdonado Dios? Estos dos interrogantes despiertan polémica. Procuremos juntos responderlos a la luz de la Biblia.


El de aquél, era el fiel reflejo de quien ha caído en la desesperación. En sus ojos brillaba la desolación. Por su mente cruzaban mil pensamientos. Escenas que iban y venían con una rapidez asombrosa. Seguir leyendo «Un final feliz para Judas, el traidor»

La ley de Dios o la gracia, una decisión para la eternidad

Si nos atenemos a las obras de la ley trazadas en el Antiguo Testamento, usted y yo estaríamos condenados por siempre. Lo peor que podría ocurrirnos sería cruzar el umbral que separa la vida de la muerte. La gracia de Dios, marcó la diferencia.

Si nos atenemos a las obras de la ley trazadas en el Antiguo Testamento, usted y yo estaríamos condenados por siempre. Lo peor que podría ocurrirnos sería cruzar el umbral que separa la vida de la muerte. La gracia de Dios, marcó la diferencia.


Una de las series más populares en los Estados Unidos es La ley y el orden –unidad de víctimas especiales–. Actualmente es la producción más antigua en la televisión, con 24 temporadas. Los capítulos son fruto de la creatividad del productor Richard Anthony Wolf, más conocido como Dick Wolf,. Seguir leyendo «La ley de Dios o la gracia, una decisión para la eternidad»

Un cristianismo sin la cruz, pierde su esencia

La cruz es un símbolo de victoria para los cristianos. No podemos avergonzarnos de ella. En el madero, nuestro amado Dios y Salvador trajo perdón a nuestros pecados, nos libró de la idea del padre, nos ofrece una nueva oportunidad y nos asegura la vida eterna junto a Él. Estudio Bíblico.

A menos que Cristo hubiese muerte en la cruz por nuestros pecados, estábamos irremisiblemente condenados por la eternidad. Puede que usted considere que es una buena persona y que no procura el mal de nadie, pero, aunque se niegue a aceptarlo, es pecador. Y todo pecador se hace merecedor del infierno.


En medio de las discusiones y diferencias que surgen al interior de muchas denominaciones, está su apreciación alrededor de la cruz. “Es un símbolo de maldición”, dijo alguien, visiblemente escandalizado. Otro replicó: “No veo razón. Fue allí donde Cristo nos libertó del pecado”. Seguir leyendo «Un cristianismo sin la cruz, pierde su esencia»

4 cambios sobrenaturales de la gracia de Dios en su vida

Cuando caminamos con Dios, tras acogernos a la gracia que viene de Él, se producen transformaciones de carácter sobrenatural que nos permiten marcar la diferencia en la sociedad en la que nos desenvolvemos. Análisis bíblico.

Cuando caminamos con Dios, tras acogernos a la gracia que viene de Él, se producen transformaciones de carácter sobrenatural que nos permiten marcar la diferencia en la sociedad en la que nos desenvolvemos. Análisis bíblico.

Cuando se habla de la santificación del ser humano, muchas personas experimentan temor. Desde su perspectiva limitada, es algo difícil de alcanzar. Como es apenas previsible, están pensando que la lucha se debe librar en sus fuerzas y no en el poder de Dios.

Desde la perspectiva Escritural hay tres elementos que son esenciales para la salvación de toda persona:

  • La Justificación.
  • La Regeneración.
  • La Santificación.

¿Cómo se obtienen estos tres fundamentos? Al convertirnos en hijos de Dios, gracias a la obra redentora de Jesús en la cruz, de la que nos apropiamos por fe. Las obras no tienen nada que ver en el proceso. El que ha aceptado a Cristo como su Señor y Salvador es nacido de nuevo, justificado y santificado. Al que le falte uno de estos tres ingredientes, no es un auténtico hijo ni cristiano a los ojos del Padre.

Por supuesto, si muere en esta condición, no lo encontraremos en la eternidad, a donde irán los justos y redimimos.

No es un asunto trivial, sino importante porque con la mezcla de doctrinas que prevalecen hoy, se confunde la justificación con la santificación y son dos componentes diferentes.

LA TRANSFORMACIÓN SOBRENATURAL

El autor y ministro inglés, John Charles Ryle (1816-1900), define la santificación en términos sencillos, de la siguiente manera:

«Santificación es la obra espiritual interior que el Señor Jesucristo lleva a cabo en el hombre por medio del Espíritu Santo cuando lo llama a ser un verdadero creyente. El instrumento por el cual el Espíritu hace esto es, generalmente, la Palabra de Dios, aunque a veces usa aflicciones y visitaciones providenciales “sin palabra” (1 Pedro 3:1). El sujeto de esta obra de Cristo por su Espíritu es llamado en las Escrituras un hombre “santificado”.

La obra del Espíritu produce en el hombre al menos cuatro cambios que tienen un carácter sobrenatural:

  • Limpieza de sus pecados gracias a la obra redentora de Jesucristo.
  • Lo separa de su amor natural por el pecado y el mundo.
  • Pone una nueva vida en su corazón.
  • Lo hace practicar la sujeción a Dios en su vida.

Aquí es importante tener en cuenta la enseñanza de John Charles Ryle:

“El Señor Jesús se ha hecho cargo de todo lo que las almas de los suyos requieren; no sólo para librarlos de la culpa de sus pecados por medio de su muerte expiatoria, sino también del dominio de sus pecados, colocando al Espíritu Santo en sus corazones, no únicamente para justificarlos, sino también para santificarlos.”

Precisamente, para que usted y yo seamos santos, Cristo murió en la cruz, como el propio Jesús dice:

“Como Tú me enviaste al mundo, Yo también los he enviado al mundo.  Y por ellos Yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad.” (Juan 17: 18, 19; Cf. 1 Corintios 1: 30 | NBLA)

Y el apóstol Pablo anota en la carta a los creyentes de Éfeso lo siguiente:

“Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.” (Efesios 5: 25-27| NBLA)

Observe cuidadosamente lo que enseña el apóstol Pablo en cuanto a que, pese a nuestros equívocos—de los cuales debemos arrepentirnos, por supuesto—Dios nos ve sin mancha ni arruga, de manera santa e inmaculada. Es algo maravilloso que solamente Él por amor a Su pueblo, puede hacer.

NO CREA A LAS MENTIRAS DEL ENEMIGO ESPIRITUAL

Por supuesto, el enemigo espiritual siempre insistirá en hacernos sentir culpables y, de esa manera, llevarnos a volver atrás. Sin embargo, cuando tomamos conciencia que, por la obra de Cristo en el Gólgota, ahora somos santos delante del Padre, no creeremos a las mentiras del adversario espiritual y seguiremos avanzando, no en nuestras fuerzas, sino prendidos de la mano del Señor.

Le animamos a tener en cuenta que:

  • Por la obra de Cristo en la cruz somos santificados (1 Corintios 1: 30; Juan 17:19)
  • El Señor Jesús nos redimió de toda iniquidad (Tito 2:14)
  • Delante del Padre ahora somos purificados.
  • Cristo Jesús llevó nuestros pecados sobre su cuerpo para que vivamos en justicia (1 Pedro 2:24)
  • Jesús el Señor nos presenta delante del Padre como hombres y mujeres justos, santos e irreprochables (Colosenses 1: 21, 22)

La Palabra nos enseña que el Señor Jesucristo ya llevó a cabo la obra de santificación en nuestras vidas, así como la justificación. Por eso, en la gracia—cuando nos apropiamos de ella por fe–, el Padre nos ve justos y santos. Es una verdad que el enemigo espiritual. Satanás, no quiere que creamos.

Nuestra condición ahora es diferente, porque Jesús ya se sacrificó con todos nosotros y aún por aquellos que en el futuro creerán:

«Porque tanto el que santifica como los que son santificados, son todos de un Padre; por lo cual Él no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: «Anunciaré Tu nombre a Mis hermanos, en medio de la congregación te cantaré himnos».  Otra vez: «Yo en Él confiaré». Y otra vez: «Aquí estoy, Yo y los hijos que Dios me ha dado». Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre[c], también Jesús participó de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida. » (Hebreos 2: 11-15 | NBLA)

Por favor, lea el pasaje bíblico cuantas veces sea necesario. Contiene una poderosa enseñanza que lo hace libre en Jesús. Puede que en otras ocasiones haya leído esta misma Escritura, pero ahora que está mirando las cosas desde la perspectiva de la gracia, su comprensión es diferente.

NO ES UN ASUNTO SENCILLO

Es cierto, hablar y comprender acerca de la santificación  es un asunto complejo. Lo comprendemos. La Biblia lo deja claro, pero nuestra mente finita a veces lo considera imposible. Y la razón es sencilla, en nuestra formación legalista y religiosa el amor de Dios es, además de incomprensible, imposible para el pecador.

Santificados ahora, por la obra de Jesús en la cruz, nos mantenemos unidos a Él, lo cual nos permite llevar fruto abundante, es decir, transformaciones profundas que en nuestras fuerzas no son posibles y que impactan a quienes nos rodean:

“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer. Si alguien no permanece en Mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman.” (Juan 15: 5, 6. | NBLA)

El autor y predicador inglés, John Charles Ryle, alrededor de este pasaje, anota:

“La unión con Cristo que no produce ningún efecto en la vida, es una mera unión de forma, que no tiene valor ante Dios. La fe que no tiene una influencia santificadora sobre el carácter del creyente, no es mejor que la fe de los demonios. No es un don de Dios. No es la fe de los escogidos de Dios. En resumen, donde no hay una santificación de la vida, no hay una fe verdadera en Cristo. La fe verdadera obra por el amor. Constriñe al hombre a vivir para el Señor como efecto de un profundo sentido de gratitud por su redención. Le hace sentir que nunca puede hacer demasiado por Aquel que murió por él. Habiendo sido perdonado por mucho, mucha ama. Aquel a quien la sangre de Cristo lo limpia, vive en la luz. El que tiene una auténtica esperanza viva, se purifica a sí mismo, tal como el Señor es puro.”

Seguir en la misma situación, de profesar fe en Cristo por la obra que hizo en la cruz y mantenernos deliberadamente en el pecado, es una evidencia de obras muertas como anota el apóstol Santiago (2:26).

Conviene que ampliemos esta enseñanza a partir de la lectura de pasajes relevantes como Santiago 2:17-20; Tito 1:1; Gálatas 5:6; 1 Juan 1:7; 3:3.

Es esencial que enfaticemos en el hecho de que la santificación es el resultado y la consecuencia inseparable de la regeneración. El que es nacido de nuevo y hecho nueva criatura, recibe una nueva naturaleza y nuevos principios de vida, y vive siempre una vida nueva. En ese orden de ideas, quien sigue viviendo en la mundanalidad y en una pecaminosidad deliberada, no ha sido regenerado.

Aquí cabe recordar lo que anota el apóstol Juan:

«Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano.» (1 Juan 3:9, 10 | NBLA)

En síntesis, podemos señalar que donde no hay santificación, no hay regeneración y donde no hay una vida santa, no hay un nacimiento santo.

Es importante resaltar que vivir en santificación, con las transformaciones que implican, no se fundamenta en obras, sino en la dependencia de Dios. Él produce los cambios que tanto anhelamos. Leyendo los pasajes que anotamos a continuación, podrá ampliar esta enseñanza (Romanos 8:9; 8:14 Gálatas 5:22-25)

DECIDIDOS A VIVIR EN LA SANTIFICACIÓN

Nuestra vida santa, marca la diferencia. Evidencia que hay un mover poderoso de Cristo en cada uno de nosotros. No son las obras en las que nos esforzamos, sino la transformación que está ligada a una íntima relación con el Padre.

El que se vanagloria de ser uno de los escogidos de Dios mientras que, intencional y habitualmente, vive en pecado, sólo se engaña a sí mismo y blasfema.

Por supuesto que es difícil saber lo que realmente es cada persona; muchos que parecen bastante buenos externamente, pueden resultar hipócritas con un corazón corrupto. Pero el individuo en el que no hay, al menos, alguna indicación externa de santificación, podemos estar seguros de que tampoco es escogido.

Este punto es esencial porque se trata de entender nuestra identidad en Cristo, ahora como hijos de Dios por la obra que Él hizo en la cruz, y la disposición de caminar en santificación. No por obligación, sino por amor a Aquél que nos perdonó.

No podemos ampararnos en la gracia para desconocer que deberemos rendir cuentas, si nos movemos en la mundanalidad deliberada y consciente.

La palabra del apóstol Pablo a los creyentes de Éfeso, encaja oportunamente aquí:

«Y no entristezcan al Espíritu Santo de Dios, por el cual fueron sellados para el día de la redención. » (Efesios 4: 30; Cf. 2 Pedro 3:18; 1 Tesalonicenses 4:1 | NBLA)

El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica lo define así:

«Por lo demás, hermanos, les rogamos, y les exhortamos en el Señor Jesús, que tal como han recibido de nosotros instrucciones acerca de la manera en que deben andar  y agradar a Dios, como de hecho ya andan, así abunden en ello más y más.» (1 Tesalonicenses 4. 1 | NBLA)

Un verdadero cristiano es aquel que, no sólo tiene paz en su conciencia, sino también libra una guerra en su interior. Puede que le suene extraño, pero es así: Tal creyente puede ser conocido por sus luchas, al igual que por su paz. Es decir, reconoce que el pecado es pecado y no se ampara en la gracia para seguir haciendo lo mismo.

Por ese motivo, cuando su naturaleza quiere llevarlo a pecar, piensa primero antes de actuar por cuanto ama da Dios y no quiere ofenderle. Y si lo llegara a hacer, se arrepiente de corazón y pide la gracia del Padre para seguir adelante.

© Fernando Alexis Jiménez

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