Partamos de una premisa: la religiosidad mata la gracia. ¿Por qué motivo? Porque la religiosidad tiene una apariencia externa de piedad, aun cuando el mundo interior no haya sido transformado.  

Aun cuando viene tomando una fuerza inusitada en el mundo hoy, el tema de la gracia de Dios no es nuevo. Podemos asegurar que es un aspecto milenario y está contenido en las Escrituras. Por todas partes hallamos registros, lo cual resulta sorprendente cuando comenzamos a estudiar el asunto con lupa. Igual, durante el ministerio terrenal del Señor Jesucristo.

Es justo lo que necesitamos en una sociedad como la nuestra, en donde los fundamentos religiosos están soportados en el legalismo. Nuestro amado Dios y Salvador Jesucristo enseño de una manera distinta. Trajo pautas para una nueva vida, llega de gracia y verdad.

Cuando vamos a la Palabra leemos:

«Pues de Su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.» (Juan 1: 16, 17 | NBLA)

Y el mismo evangelista, unas páginas más adelante, anota:

«Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en Él: «Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».» (Juan 8: 31, 32 | NBLA)

Ahora, nos preguntamos: ¿De qué libertad está hablando Jesucristo? La respuesta es sencilla: libertad de la religiosidad que prevalecía en la época y que pervive en el tiempo. Esa religiosidad es la que nos lleva a pensar que alcanzaremos la salvación a partir de nuestros esfuerzos y que, si llegáramos a fallar como es previsible, perderemos la salvación.

¡CUIDADO CON LA RELIGIOSIDAD!

Partamos de una premisa: la religiosidad mata la gracia. ¿Por qué motivo? Porque la religiosidad tiene una apariencia externa de piedad, aun cuando el mundo interior no haya sido transformado. Es mera figura.

Quizá usted ha venido congregándose en una denominación religiosa y legalista. Coincidirá con nosotros, la mayoría de los cuales escapamos ya de esas redes, que se privilegia la obediencia por encima del gozo que despierta amar a Dios y caminar con Él, no por imposición, sino porque le amamos en respuesta a que nos amó primero.

En las Escrituras leemos:

«Nosotros amamos porque Él nos amó primero. Si alguien dice: «Yo amo a Dios», pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.» (1 Juan 4:19-21 | NBLA)

Retomamos el ministerio de Jesús el Señor y la gracia. Recordemos que, antes que enfocarse en las obras de la carne, el maestro puso de relieve la transformación del corazón, transformación que es posible mediante el poder divino.

Al recorrer los evangelios, descubrimos que no hizo una lista interminable de obas de la carne como requisito para ser aceptadas por el Padre celestial. En lo hizo particular énfasis, fue en la fe transformadora.

Hay un pasaje que, aparentemente se dirige a quienes están en difíciles situaciones. Aplica. Sin embargo, está relacionado con la enseñanza de la gracia:

«Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera».» (Mateo 11:28-30 | NBLA)

Probablemente usted está cansado de tantas cargas de religiosidad que ha recibido allí donde se congrega. Es hora de volvernos a Cristo Jesús y pedirle su divina orientación para caminar en la dirección que Él nos enseñó, no en condenación, sino en gracia cuando en nuestro corazón hay un arrepentimiento sincero.

Permítanos citar aquí al autor y teólogo, Charles Rozell Swindoll:

“Le sorprenderá saber que el Señor Jesucristo nunca utilizó la palabra gracia. Sin embargo, enseñaba sobre ella, y lo que es verdaderamente importante, vivía en la gracia. Más aún, la Biblia nunca define la gracia en una sola frase, aunque la gracia aparece en todas sus páginas. Y no solo aparece el término gracia en sus páginas, sino que también relaciona incontables manifestaciones de la gracia de Dios.”

No obstante, y en aras de entenderlo fácilmente, podemos señalar que la gracia es la bondad hacia alguien que no la merece y que jamás podría ganarla.

LA GRACIA NO TIENE COSTO

Usted y yo recibimos la gracia de Dios y estamos llamados a vivir en ella. Es gratuita. No hay que ganarla, simplemente recibirla por fe.

El autor y teólogo, Charles Rozell Swindoll anota lo siguiente:

“Cristo mismo murió y satisfizo las exigencias del Padre respecto al pecado; todo lo que necesitamos hacer es pedir Su gracia, aceptando el don gratuito de la vida eterna.”

Uno de los ejemplos más maravillosos de la gracia lo encontramos en el relato que hace el evangelista Lucas sobre la crucifixión:

«Había también una inscripción sobre Él[a], que decía: «ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS».  Uno de los malhechores que estaban colgados allí le lanzaba insultos, diciendo: «¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a Ti mismo y a nosotros!». Pero el otro le contestó, y reprendiéndolo, dijo: «¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? Nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero este nada malo ha hecho». Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino».  Entonces Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».» (Lucas 23:38-23| NBLA)

Observe detenidamente que en la escena observamos. Sin haber asistido jamás a una congregación, el ladrón que estaba junto a Jesús:

  • Recibió perdón de su delito.
  • Recibió perdón de sus pecados.
  • Recibió la vida eterna.

Esa misma gracia, maravillosa y extraordinaria que él recibió de Cristo, es la misma gracia a la que usted y yo tenemos acceso, por fe.

VIVENCIAR LA GRACIA

No basta con tener un conocimiento teológico e intelectual acerca de la gracia de Dios. Es necesario vivenciarla. Es por la gracia de Dios que recibimos al menos siete dones:

  • La salvación.
  • La madurez espiritual.
  • La alegría y el gozo.
  • El perdón ilimitado.
  • La libertad plena.
  • No juzgar ni ser juzgados.

Por la gracia de Dios, comenzamos a vivir una fe auténtica en lugar de movernos alrededor de una religión fundamenta en demostraciones externas.

TRES DIMENSIONES DE LA GRACIA                

Cuando estudiamos el Nuevo Testamento, descubrimos que la gracia de Dios tiene tres pilares:

1.- La gracia de Dios es la fuente del perdón de nuestros pecados.

La justificación viene por fe. Se produce cuando el hombre cifra toda su confianza en el Señor Jesucristo y su obra redentora. Lo recibe como su Señor y Salvador. Es gratuita para todos, aunque Dios tuvo que pagar por ella mediante el sacrificio de Su Hijo Jesucristo. Le animamos a leer los textos de Romanos 3: 24; Tito 3:7 y Efesios 1: 7.

2.- La gracia es el fundamento del plan de salvación del hombre.

Sabiendo de antemano que el hombre iba a pecar, Dios dispuso el plan de salvación para el género humano desde la misma creación. Es una manifestación de Su amor ilimitado por todos nosotros. Encuentre más información leyendo los pasajes de Romanos 8: 29 y 2 Tesalonicenses 2:12.

3.- La gracia de Dios nos preserva en santidad.

Para entender este aspecto, le animamos a leer lo que enseña el apóstol Pedro:

“Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo.” (1 Pedro 1: 5 | NBLA)

Dios nos cuida, orienta y nos fortalece para que vivamos en Su gracia maravillosa. Y caminamos en Él, en consonancia con Su propósito eterno y voluntad, no por imposición, sino porque le amamos.

Alrededor del tema, Charles Rozell Swindoll escribe lo siguiente:

“Quienes suponen que la doctrina de la gracia de Dios tiende a favorecer el relajamiento moral, demuestran literalmente que no han saben a ciencia cierta qué es la gracia, ni tampoco su alcance…. La gratitud ha de impulsar a todo hombre que en verdad ha recibido la gracia, a obrar como Dios desea.”

Si investiga en Efesios 2:10 y Tito 2:11, podrá tener una más amplia comprensión de lo que estamos hablando.

No permita que los asesinos de la gracia, terminen ahogando la nueva vida que Dios le ofrece. ¿A qué nos referimos? Al legalismo que se enfoca en las obras de la carne para alcanzar la salvación.

Charles Rozell Swindoll, a quien citamos con frecuencia por su exposición de la gracia en términos sencillos, anota:

“La gracia de Dios está para ser recibida y vivida en plenitud. No es algo para analizar y discutir. La gracia se recibe, pero si no se expresa, es gracia muerta. Es hora, por tanto, de despertar a la gracia y vivir en ella. Por ese motivo, no podemos ni debemos caminar como aquellos que no tienen la gracia, como aquellos que han reducido la vida cristiana a normas y reglas y apropiarnos de este legalismo para sobrevivir y creer que así tendremos la vida eterna.”

Por este motivo afirmamos que liberarnos del legalismo, trae gozo. La libertad que produce la gracia es lo único que puede cambiarnos, comenzado desde adentro.

Hoy es el día oportuno para recibir a Cristo Jesús en su corazón y comenzar, de una manera sencilla y práctica, a caminar en la gracia transformadora, que nos lleva a la realización plena que Dios ha tenido en su corazón desde la eternidad, para todos nosotros. 

© Fernando Alexis Jiménez

Escríbanos contacto@salvosporlagracia.com

@SalvosporGracia


Descubre más desde Salvos por la gracia de dios

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.