La gracia perdonadora de Dios también es para usted

Aun cuando millares de personas en todo el mundo, consideran imposible que Dios perdone sus pecados, la gracia divina los cobija también a ellos. El Señor responde a un sincero arrepentimiento trayendo perdón, ofreciendo una nueva oportunidad y asegurándoles la vida eterna.

Aun cuando millares de personas en todo el mundo, consideran imposible que Dios perdone sus pecados, la gracia divina los cobija también a ellos. El Señor responde a un sincero arrepentimiento trayendo perdón, ofreciendo una nueva oportunidad y asegurándoles la vida eterna.


 Infinidad de personas permanecen inmersas en sus pecados, distantes de Dios. Consideran que la magnitud de sus pecados les impide acercarse a Él. “He vivido por años en pecados innombrables. ¿Me viene a decir que Dios los perdona? No lo creo.”

No me cabe duda que este empresario, divorciado, padre de dos hijos y con varias relaciones de pareja fallidas, lo decía con sinceridad. Estábamos en el aeropuerto de Cartagena y, cuando hablamos de Jesucristo, se resistía a creer que la gracia también pudiera alcanzarlo a él.

Sin embargo, la gracia perdonadora de nuestro amoroso Padre celestial está disponible para todos. Imagínese, si estaba dispuesto a perdonar a Judas, a quien generalmente se le considera moralmente imperdonable. Una es nuestra perspectiva y otra, por supuesto, la de nuestro Supremo Hacedor.

Lo lamentable del asunto es que hay quienes se consideran indignos del perdón divino. Y prefieren seguir avanzando camino hacia el abismo. Tienen la oportunidad de emprender una nueva vida, pero lo desestiman o rechazan.

No es que Dios los hubiese escogido para condenación, sino que ellos tomaron sus propias decisiones. Y el Señor respeta, aunque no comparte, nuestras decisiones equivocadas.

EL JOVEN QUE JAMÁS IMAGINÓ SER REY

Saúl es un vivo ejemplo de quien, habiendo sido cobijado por la gracia de Dios, no la valoró y, después de caer en múltiples pecados, se alejó del Padre. Lo más probable es que creía que no recibiría nuevamente el perdón.

Era joven, brillante y valeroso, proveniente de la tribu de Benjamín—una de las más pequeñas de la nación hebrea. Pero jamás imaginó que llegaría a ser el rey de Israel. Tampoco lo pidió. De hecho, se encontró con esta oportunidad cuando fue en búsqueda de una recua de asnas, propiedad de su padre, Cis.

Después de largas jornadas, cansado, quería regresar a casa. Sin embargo, su criado le recomendó consultar al profeta Samuel.

Un día antes, Dios le había revelado a Samuel que vendría a Él la persona a quien había escogido para que reinara sobre el pueblo (1 Samuel 9: 15, 16)

En la Palabra leemos:

“Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: «Este es el hombre de quien te hablé. Él gobernará a Mi pueblo» …. Y Samuel dijo a todo el pueblo: «¿Ven al que el Señor ha escogido? En verdad que no hay otro como él entre todo el pueblo». Entonces todo el pueblo gritó, y dijo: «¡Viva el rey!».” (1 Samuel 9: 17; 10: 24 | NBLA)

Es evidente que Saúl no quería asumir una responsabilidad tan grande, hasta el punto que se escondió y debieron ir en su búsqueda (1 Samuel 10: 22)

Salta a la vista que la gracia de Dios cobijó a este joven hasta tal punto que fue lleno del Espíritu de Dios (1 Samuel 10: 6; 11: 6) Asistido por la presencia del Señor, derrotó a los enemigos.

¿PUEDE EL HOMBRE RECHAZAR A DIOS?

Un problema común es que, cuando caminamos con Dios, olvidamos sus maravillas y todo cuanto hace a nuestro favor. Nos dejamos arrastrar por el orgullo y la autosuficiencia y, con esta decisión equivocada, avanzamos en un progresivo distanciamiento de Aquél que nos llamó por Su infinita gracia.

Saúl no fue la excepción. Su caída se produjo cuando se aprestaba a derrotar a los filisteos. Junto con sus tropas se encontraba acantonado en Micmas y en el monte de Bet-el. Terminaron huyendo delante de sus enemigos.

Esperó al profeta Samuel, quien había anunciado que le acompañaría. Pero lo dominó la impaciencia:

“Él esperó siete días, conforme al tiempo que Samuel había señalado, pero Samuel no llegaba a Gilgal, y el pueblo se le dispersaba. 9 Entonces Saúl dijo: «Tráiganme el holocausto y las ofrendas de paz». Y él ofreció el holocausto. Tan pronto como terminó de ofrecer el holocausto, llegó Samuel; y Saúl salió a su encuentro para saludarle. Pero Samuel dijo: «¿Qué has hecho?». Y Saúl respondió: «Como vi que el pueblo se me dispersaba, que tú no llegabas dentro de los días señalados y que los filisteos estaban reunidos en Micmas,  me dije: “Ahora los filisteos descenderán contra mí en Gilgal, y no he implorado el favor del Señor”. Así que me vi forzado, y ofrecí el holocausto». Samuel dijo a Saúl: «Has obrado neciamente; no has guardado el mandamiento que el Señor tu Dios te ordenó, pues ahora el Señor hubiera establecido tu reino sobre[a] Israel para siempre. Pero ahora tu reino no perdurará. El Señor ha buscado para sí un hombre conforme a Su corazón, y el Señor lo ha designado como príncipe sobre Su pueblo porque tú no guardaste lo que el Señor te ordenó».” (1 Samuel 13: 8-11, 13, 14 | NBLA)

Fue el comienzo de su descenso, que reafirmó desobedeciendo a Dios, lo leemos en 1 Samuel 15, al perdonar la vida al rey de los amalecitas y de sus ganados.

Las consecuencias no se dejaron esperar:

“Entonces vino la palabra del Señor a Samuel: «Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme[a] y no ha cumplido Mis mandamientos». Y Samuel se conmovió, y clamó al Señor toda la noche. Dijo entonces Samuel a Saúl: «Espera, déjame declararte lo que el Señor me dijo anoche». Y él le dijo: «Habla». Y Samuel dijo: «¿No es verdad que aunque eras pequeño a tus propios ojos, fuiste nombrado jefe de las tribus de Israel y el Señor te ungió rey sobre Israel, y que el Señor te envió en una misión, y te dijo: “Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados?”. Y Samuel dijo: «¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia[a] a la voz del Señor? Entiende, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grasa de los carneros. Porque la rebelión es como el pecado de adivinación, y la desobediencia, como la iniquidad e idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra del Señor, Él también te ha desechado para que no seas rey».” (1 Samuel 15: 10, 11, 16-18, 22, 23 | NBLA)

Es cierto, Saúl reconoció su pecado, pero no permaneció bajo la gracia de Dios, como ocurre hoy día con infinidad de personas. Sencillamente como Saúl, se apartan.

Como consecuencia, la presencia del Señor se apartó de Saúl:

“El Espíritu del Señor se apartó de Saúl, y un espíritu malo de parte del Señor lo atormentaba.” (1 Samuel 16: 14 | NBLA)

Un final doloroso para quien tenía delante, todas las oportunidades para avanzar siempre hacia un nuevo nivel.

¿QUÉ OCURRE A QUIEN DESECHA LA GRACIA DE DIOS?

Fuimos elegidos para ser salvos. No uno, sino todos. Dios no hace acepción de personas. No de otra manera se explica la gracia de Dios que se hace extensiva a todo aquél que cree en Jesús, el Hijo de Dios (Juan 3: 16-18)

Pese a ello, hay quienes conocen y disfrutan el perdón del Padre, pero persisten en su pecaminosidad, dejan de confiar y depender de Él y, por supuesto, enfrentan las consecuencias. El rey Saúl es un vivo ejemplo de esas decisiones erróneas que llevan a la desgracia y la pérdida espiritual.

Debido a la desobediencia de Saúl, Dios eligió a David, un joven pastor, para que fuera el próximo rey de Israel. (Cf. 1 Samuel 15) El monarca desarrolló una profunda envidia hacia David y lo persiguió implacablemente, buscando matarlo. (1 Samuel 18-20)

En medio de la desesperación y la pecaminosidad que lo gobernaba, llegó a consultar una bruja, en Endor (1 Samuel 28), cuando debía buscar a Dios en procura de guía y ayuda.

Saúl y sus hijos fueron derrotados y muertos a manos de los filisteos en la batalla de Gilboa. (1 Samuel 31)

A pesar de sus victorias iniciales, de fortalecer el ejército, unificar el reino y tener solidez económica, su gobierno se caracterizó por la desobediencia a Dios, lo que lo llevó a perder el favor divino y, finalmente, lo condujo a su propia destrucción.

¿En síntesis? La vida del rey Saúl estuvo marcada por grandes victorias militares y un trágico declive debido a la desobediencia al Padre. Su historia sirve como un recordatorio de la importancia de la humildad, la fidelidad y la sumisión a la voluntad divina.

ES HORA DE EVALUARNOS

La gracia de Dios nos perdona, nos ofrece una nueva oportunidad y nos asegura la vida eterna. Todo fruto de la obra redentora del Señor Jesús en la cruz. Borró nuestra maldad y nos hizo justos delante del Padre.

Ese perdón ilimitado está a su disposición. Hoy, ahora mismo. Pero, si ya está caminando en esa gracia divina, no se aparte de Dios.

Sin importar los pecados que haya cometido en el pasado, usted puede empezar de nuevo, con una existencia renovada (2 Corintios 5. 17) La decisión de apropiarse de la gracia de Dios, está en sus manos, como también, permanecer en ella.

© Fernando Alexis Jiménez

Escríbanos contacto@fernandoalexisjimenez.com

@VidaFamiliarCo | @SalvosporlaGracia


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