Conserve la paz aun en medio de la tormenta

La vida está permeada por las dificultades. Algunas nos llevan a cometer errores que pueden afectarnos de tal manera, que no queramos seguir adelante. Con ayuda de Dios es posible. Él nos ve santos y justos, para dar nuevos pasos de victoria.

La vida está permeada por las dificultades. Algunas nos llevan a cometer errores que pueden afectarnos de tal manera, que no queramos seguir adelante. Con ayuda de Dios es posible. Él nos ve santos y justos, para dar nuevos pasos de victoria.

Cuando descubrimos la grandeza de la gracia de Dios, nuestra vida cambia. Comenzando por nuestro estado de ánimo. Por fin, después de mucha búsqueda, nos gobierna la paz interior.

El predicador inglés, Octavius Winslow (1808-1878) escribió una apreciación que vale la pena tener en cuenta:

“Sólo somos felices en la medida en que somos santos; a medida que el cuerpo de pecado es diariamente crucificado y a medida que el poder del principio de pecado en nosotros se va debilitando y se conforma mejor al ejemplo de Jesús. Por lo tanto, no busquemos un andar feliz aparte de un andar santo. Probablemente, tendremos pruebas; de hecho, las tendremos si estamos dentro del pacto del Señor… Tendremos desilusiones —caminos escabrosos, cielos invernales, pero si andamos en comunión con Dios, caminando en la luz, creciendo en todo lo que concierne a las cosas de Dios, [con] el Espíritu de adopción morando en nosotros, podremos avanzar hacia una entrega filial y sin reservas. Un andar santo es un andar feliz.”

¿Por qué consideramos valioso el apunte de Winslow? Porque muchas personas, aun habiendo conocido las maravillas de la gracia, consideran que ser cristiano está asociado a una vida de tristeza, en la que ni siquiera hay espacio para una sonrisa.

En esa medida, cuando comprendemos la puerta que el Señor nos abre a experimentar una vida nueva, podremos enfrentar con tranquilidad y aún paz interior, todo lo que salga al paso:

“Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo.” (Juan 16: 33 | NBLA)

Jamás pierda de vista el hecho de que, por la obra de Jesús en la cruz, el Espíritu nos santifica de manera eficaz y especial—Mateo 1:21; Romanos 6: 14; 1 Corintios 1: 2.

De acuerdo con la enseñanza del apóstol Pablo, en usted y en mí ya tenemos sabiduría, justificación, santificación y redención:

«Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención, para que, tal como está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor.» (1 Corintios 1:30-31 | NBLA)

Ahora, no espere que sea algo de la noche a la mañana. No olvide que es un proceso y, ese proceso, lo vivimos de la mano de Jesús el Señor. Lo que nos corresponde ahora es crecer (Efesios 4:15)

SIGA AVANZANDO

Por supuesto, el adversario querrá llevarlo nuevamente a experimentar sentimientos de culpa cuando usted comete equívocos. ¡No lo permita! Recuerde siempre a Jesús en la cruz, quien nos hizo santos, como anota el autor sagrado:

Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la novilla, rociadas sobre los que se han contaminado[a], santifican para la purificación[b] de la carne,  ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno[c] Él mismo se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” (Hebreos 9: 13, 14 | NBLA)

Le animamos a ampliar más alrededor de este tema leyendo los siguientes pasajes bíblicos: Romanos 5:9; 1 Pedro 3:18; Colosenses 1:14; Hebreos 2:14-15; 1 Juan 4:10.

El autor, Octavius Winslow, quien escribió ampliamente sobre este tema, advierte:

Es así que la sangre expiatoria de Jesús sienta el fundamento de todos los niveles de santificación futuros. La cruz de Cristo es, por así decir, el punto de partida del alma en esta gloriosa carrera de santidad y la meta a la cual retorna. Por ella, el cuerpo de pecado es herido, y herido fatalmente. De ella fluyen perdón, paz y santidad. Y a través de ella, el alma se acerca a Dios cada día en entrega santa a su servicio.”

No confiamos en nuestros esfuerzos ni en nuestras buenas obras, sino en la obra de Jesús en la cruz y en su sangre vertida por toda nuestra pecaminosidad del ayer. Él nos hizo nacer a una nueva condición, aunque es apenas natural que libramos una batalla con nuestra naturaleza carnal.

Por ese motivo, no nos desalentamos. Cuando fallamos, el camino es el arrepentimiento sincero y seguir dando paso, puesta nuestra mirada en Jesús, el Señor.

Cabe aquí leer los siguientes pasajes (Gálatas 2: 20; 6: 14, 17; Filipenses 3: 10) y reflexionar en su contenido, que arroja luces en torno a nuestra condición actual, de hombres y mujeres santificados. 

EL SEÑOR JESÚS INTERCEDE POR NOSOTROS

Algo de lo que quizá no nos damos cuenta, es de que, al entregar nuestra vida a Cristo, no estamos solos. Él intercede por nosotros delante del Padre (Juan 17: 17)

Un ejemplo sencillo lo hallamos cuando dialogó con el apóstol Pedro:

«Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo; pero Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos». Y Pedro le dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir a donde vayas, tanto a la cárcel como a la muerte». Pero Jesús le dijo: «Te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy hasta que tú hayas negado tres veces que me conoces».» (Lucas 22: 31-35| NBLA)

El amado Salvador intercedió por Él y lo llevó a ser vencedor. Solo en la presencia del Padre comprenderemos de cuántas situaciones difíciles nos libró el Señor. Lo hizo antes y, sin duda, lo seguirá haciendo siempre, porque avanzamos prendidos de Su poderosa mano.

El salmista David depositó toda su confianza en el Padre, porque sabe que jamás nos abandona:

«Pero en Ti hay perdón, para que seas temido.  Espero en el Señor; en Él espera mi alma, y en Su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana.» (Salmo 130: 4-6 | NBLA)

El secreto para ser vencedores, cualquiera sea la situación que enfrentemos, incluyendo por supuesto las tentaciones, estriba en la dependencia del Señor.

«Pero gracias a Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar. Porque fragante aroma de Cristo somos para Dios entre los que se salvan y entre los que se pierden.» (2 Corintios 2: 14-15 | NBLA)

Jesucristo es eterno y desde la eternidad está poniéndose en lugar nuestro, clamando, como anota la Palabra:

«Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.» (Hebreos 7: 25 | NBLA)

¿Momentos difíciles? Por supuesto que tocarán a nuestra puerta. Lo que no podemos hacer es desalentarnos, porque Él—nuestro Salvador—siempre está atento a nuestra existencia y a las desventuras a las que podamos hacer frente. El camino debe orientarse a avanzar, prendidos de la mano del Señor Jesucristo, quien intercede por nosotros.


Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #BlogCristianosReformados



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